sábado, 7 de mayo de 2011

Comprension y Produccion de Textos

La lectura y la escritura son actividades interdependientes, prácticas complementarias y recíprocas, escribir es ejercitar con especial rigor y esmero el arte de la lectura. Para escribir es necesario haber leído antes en una proporción mayor, haber interpretado los textos y encontrado en éstos los argumentos suficientes para ser tenidos en cuenta en el momento de iniciar el proceso de escritura. Los textos son leídos e interpretados dependiendo de la disposición anímica, la edad, las áreas de interés, las experiencias de vida y las lecturas anteriores.

Ser lector se puede convertir en una práctica gratificante siempre y cuando se realice de manera libre y se tengan claros los propósitos que se persiguen: se lee para comprender el mundo, para comprenderse a sí mismo o simplemente para vanagloriarse de ser un gran erudito; cualquiera de las opciones es válida con tal de que el lector obtenga lo que se propone y acepte que al ejercitar esta actividad se está aislando, ya que la lectura y la escritura exigen absoluta soledad para realizarse plenamente.

La lectura es de por sí un actividad placentera cuando se ha convertido en un acto casi natural, la escritura, en cambio, es un proceso mucho más complicado ya que en éste entran en juego desde el uso de mínimas bases de redacción y conocimiento de la lengua, hasta complejos procesos de abstracción y transmisión de información. A través de la escritura se le debe presentar el mundo al lector de manera ordenada y clara, no de manera caótica, tal como se representa en la mente o a través de la oralidad en situaciones cotidianas.

Todo texto es una linealidad de signos que puede ser explicada a través de la observación y el análisis de la estructura interna a partir de la cual se ha constituido, como material homogéneo susceptible de ser observado desde sus elementos más mínimos -los fonemas- hasta la concepción del texto como una extensa frase (si se tratara de una novela, por ejemplo) que expresa una intención, como un discurso. El lector se puede conformar con develar la estructura sobre la que se sustenta el texto, tratarlo como un objeto sin mundo y sin autor, sin contexto, dar cuenta del conocimiento del mismo a partir del análisis de sus relaciones internas, de su estructura formal. También se puede emprender el salto a un nivel de lectura más complejo, vital y enriquecedor, se trata del paso de la observación y la comprensión al de la interpretación.

Para comprender un texto no es suficiente con explicar a la manera de un sabio naturalista su funcionamiento y las particularidades que lo caracterizan a nivel microestructural (tiempos verbales, pronombres, cohesión lexical, etc.); tampoco es pertinente interpretar los textos sólo en relación con los gustos, percepciones o preferencias actuales del lector, es decir, desde perspectivas plenamente subjetivas; lo ideal, cuando de acceder a textos escritos se trata, es concebir la comprensión y la interpretación como dos aspectos complementarios y recíprocos. Es inadecuado concebir la comprensión como una práctica del dominio de los ciencias naturales y la interpretación como el objetivo de las "ciencias del espíritu", la comprensión como un ejercicio objetivo y desapasionado y la interpretación como un proceso subjetivo y dominado por instancias psicológicas. Lo que el lector debe lograr es la fusión de la interpretación del texto con la interpretación de sí mismo.


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